Marcos 9:32 Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle.
Antes de este versículo, Jesús había estado hablando de su muerte. Los discípulos no le entendieron. Querían información, pero tenían temor de preguntarle.
Su temor no tenía fundamento, y hasta era injurioso. Lo mismo sucede con mucha frecuencia con el nuestro, porque solemos copiar lo que está mal. Jesús está con nosotros. Es nuestro Salvador y amigo siempre presente. Está dispuesto a escuchar nuestras peticiones y nosa dice que le pidamos favores. Él considera nuestras peticiones y siempre contesta con sabiduría y amor.
Siempre le agrada oírnos y nos motiva a acercarnos a Él, pero con frecuencia actuamos como si tuviéramos temor de pedirle, especialmente tememos pedirle que nos explique los misterios de su palabra, el mostrarnos el plan de sus oscuras y confusas providencias, el revelarnos nuestra parte en su amor y el hacer segura nuestra elección. No pedimos que nos de las bendiciones que sentimos que necesitamos, los favores que deseamos o las misericordias que otros disfrutan.
Pero ¿por qué tememos pedirle? Que no sea por presunción, por pensar que somos malos e indignos. Que no sea porque nuestra incredulidad es muy fuerte y no creemos el amor que tiene por nosotros. Que no sea como consecuencia de las tentaciones de Satanás, que teme nuestra confianza y aborrece nuestras almas.
Ven alma mía, prepara tu petición,
Porque mi Señor ama responder la oración.
Él mismo te ha ordenado orar,
Así que no seas tú la que se vaya a negar.
-James Smith
Devocional pensamientos cristianos 